============================
corcoba@telefonica.net
============================
Pienso que el ser humano vive una vida
plenamente humana gracias al ejercicio de la cultura. Necesitamos instruirnos para
crecer, para ahondar en lo que nos une, para ser más humanos en definitiva.
Tengamos en cuenta que hay una necesidad de expresión en toda persona y de
compartir esa expresión restauradora de tantas dignidades perdidas u olvidadas.
Por desgracia, cada día son más los ciudadanos a los que se les niega la vida,
y se les trata como una mercancía. Realmente tenemos que mirar con otros ojos
nuestra existencia, valorar mucho más lo que somos y tomar razón de no
acostumbrarnos a convivir con las difíciles situaciones de miseria y violencia
que nos acompañan o nos dan de pleno. Al fin, uno tiene que volverse
aborrecible de este tipo de escenarios humillantes, que torturan sin miramiento
al semejante.
Esta necesaria
emergencia cultural ha de acompañarnos en los buenos hábitos de formar
conciencia humana para poder discernir la realidad. Las adicciones son muchas.
Hay todo un armamento mundial de droga o de juegos, que están destruyendo el
corazón ciudadano. Hemos de volver al cultivo de los valores humanos, a la
memoria del pasado que tantas veces nos encadena y, si quieren también, a la
utopía del futuro que en ocasiones nos inquieta, al presente que se nos escapa,
pero que está ahí, esperándonos para reconstruir los sueños de un mañana más decente.
Verdaderamente, tenemos que avivar el encuentro, impulsar la clemencia, estableciendo relaciones de respeto, para que
podamos hablar de un efectivo renacimiento del ciudadano como tal. Lo que no
tiene sentido es que aún haya naciones que ejecuten a las personas, con
frecuencia violando lo que establecen las leyes internacionales.
Ciertamente,
todavía en los países más desarrollados, con sistemas legales robustos y
eficientes, con múltiples salvaguardias judiciales, han condenado a muerte a
individuos que posteriormente resultaron inocentes. Es hora, pues, de promover
otro tipo de lealtades y de búsquedas más restauradoras y eficaces. No hay
evidencias de que la pena de muerte, por ejemplo, tenga un efecto disuasivo. De
ahí la importancia de activar otros procedimientos más rehabilitadores
socialmente que, efectivamente, contribuyan a la enmienda del culpable,
propiciando de este modo una conocimiento crítico que contribuya a la
tolerancia y al diálogo. No tenemos otra manera de caminar en armonía para la
construcción de la cohesión social, que la reconciliación entre pueblos y
naciones, entres seres humanos y su propio hábitat.
Naturalmente, los
derechos humanos son los que nos hacen mejores personas, son los principios que
nos permiten crear (y recrear) la cultura de la especie, en base a su dignidad.
No sólo debemos ser defensores de ellos, tenemos que impulsarlos como fuente de
inspiración y manantial de actuación. Seguramente, de este modo, descubriremos
lo importante que es sentirnos entre iguales todos los seres humanos. Por esto
la humanidad, como familia, ha de tender a alargar los cauces globales del
progreso, la unidad entre todos mediante el cultivo de la autenticidad y una
puesta en servicio permanente, lejos de cualquier fanatismo.
No olvidemos que
el fanático se cree que sabe más que nadie y que siempre está en posesión de la
verdad. Por el planeta caminan demasiados conquistadores, y pocos asistentes
dispuestos a dedicarse completa e incondicionalmente a vivir (y a difundir) por
el mundo el verso del amor, como lenguaje del corazón y de la vida. Sin duda,
todo lo que es humano irradia esa donación. No lo destruyamos. Debemos ser más
sabios y saber retornar al camino de la moral, retomando la senda del juicio
recto. Jamás arrinconemos la experiencia de la grandeza de una persona. Analicémosla
y veremos que está en relación directa a la convicción de su fuerza ética. Dicho
queda, en un tiempo en el que hasta los mismos derechos básicos se relativizan
para condolencia de la humanidad.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
5 de marzo de 2014
0 comments:
Post a Comment