Por: Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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En ocasiones parece como si todo fuese a la
deriva. Ahí están las difíciles condiciones en las que muchas personas se ven
obligadas a vivir. El sufrimiento que nos trasladan los medios de
comunicación es sobrecogedor. La
fortaleza del ser humano, ante estos absurdos avatares, es admirable. En cualquier caso, no se puede aceptar que se
golpee tan cruelmente a vidas inocentes. Sin duda, tenemos que avanzar en la
lucha contra la impunidad. Esto es algo prioritario. También hay que defender
el derecho a la libre circulación y a la lucha contra los casos de abusos. Otra
de las asignaturas pendientes, inclusive entre la ciudadanía europeísta. De un
tiempo a esta parte, ciertamente, todo parece estar en el mercado de la
corrupción, en la compraventa más indignante, en un mal uso de todo.
Lógicamente no hay
nada que desespere tanto como ver la necedad gobernando hasta nuestros
sentimientos. Llegados a este punto, creo que es tan preciso como necesario,
que los gobiernos hagan valer el estado
de derecho y se fomente la cooperación mucho más. Igualmente, la comunidad
internacional, debe redoblar los esfuerzos ante cualquier tipo de conflicto. La
población no puede vivir en la desesperación y en el descontento permanente.
Hemos de crear otro clima más comprensivo y humano, inspirado en la fuerza
moral de la conciencia, a modo de examen interior de cada cual. Pienso que es
la manera de que cambie el mundo, escuchando nuestra propia voz interior y
poniéndola al servicio de la justicia, con la libertad debida.
Para tomar
conciencia sobre el futuro que queremos, indudablemente tenemos antes que crear
conciencia tolerante y comprensiva, ahondar en nosotros, y ver la forma de unir
voces para crear una voz poderosa y constructiva ante tantos desórdenes e
inhumanidades que a diario vivimos, como espectadores o víctimas. Con urgencia,
tenemos que aumentar la conciencia de los derechos de las personas, además de
activar programas formativos para tomar en consideración lo importante que es
el respeto en una convivencia. Tenemos que aprender a vivir como ciudadanos del
mundo. Nunca ha tenido tanta importancia trabajar bajo este espíritu universal.
Algo que puede y debe aprenderse.
Naturalmente, la
cuestión moral incide profundamente en cada ser humano a través de un
pluralismo de opiniones y de comportamientos. Todas estas voces deben atenderse
e intentar entenderse. Si a veces dentro de cada uno hay otro ser que está
contra mí, hemos de buscar la manera de salir de esta esclavitud, y la
genialidad no es otra que escucharnos y ponernos en todas nuestras hazañas al
servicio de la verdad. O lo que es lo mismo, ponernos a cultivar la paz como
camino de nuestros andares.
Hoy sabemos que
hay grupos itinerantes que buscan la violencia, que incitan a los hechos más
macabros, que se promueve muchas veces un progreso con el sacrificio de otras
vidas humanas, lo que urge a practicar la fibra moral y a unir nuestras
fuerzas, no las fuerzas armadas, las interiores de cada uno, en el servicio de
un interés común, la de salvar a la especie humana, a veces de su misma
especie. Es entonces cuando realmente se percibe que hemos perdido la
conciencia hasta de que existimos, no por nosotros, sino por todos.
Así pues, no ha de
sorprendernos el llamamiento de la gente a la acción.
Sin duda, ha llegado el momento de que todos los pueblos, con sus moradores a la cabeza, tomen conciencia del imperativo moral que supone hacer frente a tantas inmoralidades sembradas por el planeta. Al fin y al cabo, la ciudadanía debe hacerse valer con el mejor libro de moral que llevamos consigo, la voz del alma. Y cada cual, con su lenguaje interior, debe saber también discernir la senda por la que pasamos, vivimos, y a lo que aspiramos.
Sin duda, ha llegado el momento de que todos los pueblos, con sus moradores a la cabeza, tomen conciencia del imperativo moral que supone hacer frente a tantas inmoralidades sembradas por el planeta. Al fin y al cabo, la ciudadanía debe hacerse valer con el mejor libro de moral que llevamos consigo, la voz del alma. Y cada cual, con su lenguaje interior, debe saber también discernir la senda por la que pasamos, vivimos, y a lo que aspiramos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
15 de enero de 2014.-
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