Por: Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net --
============================
A punto
de decirle adiós a un año difícil, comienza el 2014, con la desesperanza de
pocas perspectivas y una silenciosa desesperación de muchas familias, que
percibe nuestro corazón, a poco que uno sepa mirar y ver. Sin embargo, cuando
todo parece irreparable surgen nuevas fuerzas. Esto significa que uno aún
existe y que vive. En cualquier caso, además, uno tiene que pensar siempre la
manera de sobrevivir. Por eso, nunca mejor dicho, de que es tiempo de recapacitar,
con la calma y la tranquilidad que el momento requiere, pero que tenemos que
deliberar, sobre todo para desenredar todos los nudos que nos ahogan y poder
activar así, una renovada ilusión en el mundo, que nos permita salir crecidos
de ánimo para batallar por la vida.
El primero de los pensamientos,
indudablemente debe ir dirigido a los gobernantes, puesto que la dicha de una
sociedad depende de sus guías, lo que requiere una elección profunda del pueblo
para ser justamente guiado. Los gobiernos de todo el mundo han de prestar
especial interés en las reformas que sean necesarias, pero su costo no lo deben
pagar las personas con menos recursos, puesto que se debe asegurar que el
Estado social prevalezca frente a otros intereses que están poniendo en peligro
los medios de vida, el bienestar y las oportunidades de avance de millones de
personas.
Por otra parte, los
asuntos económicos deben supeditarse a los seres humanos, y la cooperación
internacional debe estar aún más presente en la resolución de problemas que son
globales para el planeta. Y en este sentido, el impulso político debe
encaminarse en asegurar un sustento de mínimos entre la ciudadanía. Considero
inaceptable el aumento del número de personas pobres, el incremento del
desempleo o el empleo con salarios ínfimos, la falta de humanidad ante las
personas que padecen y mueren en la miseria, la reducción del acceso a la
educación y a los servicios de salud, y las carencias actuales en materia de
protección social. No me sirve la justificación de la crisis, es fundamental
tener presente que parte de la población se está enriqueciendo, mientras otra
se empobrece como jamás. Algo falla, pues. A mi juicio, lo que ha quebrado es
la falta de verdaderos líderes con ideas claras para luchar contra una sociedad
que excluye, que no es equitativa, con una ausencia general de transparencia y
de comportamientos irresponsables que claman al cielo.
Evidentemente, no
deberían seguir en el gobierno de ningún país, aquellas autoridades corruptas,
por mucho poder que ostenten, es la autoridad colectiva del pueblo la que ha de
prevalecer sobre todo lo demás. Sin ir más lejos, en España el poder judicial,
desbordado por los casos de corrupción, acaba de reclamar refuerzos. Algo
verdaderamente desolador. Desde luego, se precisa una intervención más efectiva
de parte de la ciudadanía en la lucha por los más desprotegidos, por ese bien
general tantas veces convertido en interés de los poderosos. El día que los
pobres aprendan a unirse se les acabará el negocio a este poder excluyente. En
consecuencia, a mi manera de ver la reflexión tiene que continuar por el camino
de la creación de empleos bien remunerados, la corrección de los
desequilibrios, y la adopción de respuestas
sociales hacia los que más ayudas necesitan. Hasta ahora, la nefasta
gobernanza llevada a cabo en muchos países, lo que ha hecho aflorar es aún más
la recesión humana y las pocas perspectivas de futuro para generaciones
jóvenes.
No se puede seguir
degradando al ser humano, ni a su propio hábitat, como se viene haciendo
continuamente, la respuesta mundial no puede esperar más. Es hora de cambios profundos. Hacemos
hincapié en que cada país debería priorizar su desarrollo en base a las
necesidades de su ciudadanía. Subrayo la importancia del compromiso político,
junto a los requisitos de trasparencia en las actuaciones, para que las
acciones ilícitas dejen de realizarse y ganemos renovados horizontes en pro de
un desarrollo para todos, justo y equilibrado, equitativo y universal. Está
visto que esta economía excluyente no nos sirve, que estos sistemas financieros
inmorales tampoco, la solución tiene que germinar no de los poderosos, sino del
consenso, y en ese consentimiento, los pobres tienen que tener también voz y
voto. Esto exige otro tipo de gobernanza
institucional, menos política y más de servicio, más técnica y en disposición
siempre de rendir cuentas. Se trata, en definitiva, de lograr un mayor
entendimiento colectivo para construir, no un futuro mejor, sino un futuro más
humano.
La deshumanización
de la humanidad es un grave riesgo que venimos corriendo en los últimos
tiempos, a mi manera de entender, porque muchas de las decisiones han sido
equivocadas. No hemos tenido visión de futuro. La irresponsabilidad ha sido
manifiesta. Lo que sucede hoy es fruto de la torpeza y de la desunión, de la
falta de interés común y del egoísmo más enfermizo. De ahí la importancia de
meditar sobre nuestro proceder. Ningún líder, por sí mismo, puede llevarnos a
la gloria o a la destrucción. En cambio, juntos sí que podemos cambiar la
sociedad para crear un planeta más habitable para todos. Vale la pena, cuando menos
pensar en ello, aunque solo sea para no dejarse llevar por sentimientos ciegos.
No podemos contentarnos con lo que otros hagan, cada uno de nosotros debemos
indagar y no renunciar jamás al diálogo. No siempre los países más adelantados
tienen la solución. Es evidente que las mejoras en las vidas de los pobres han
sido inaceptablemente lentas, y ahora son aún peor, inaceptablemente inhumanas.
Por tanto, en
estos días de buenos propósitos, lo prioritario sería que la familia humana se
humanizase, para que el mundo desarrollado tienda realmente la mano a los
países más pobres. Obviamente, la prosperidad no es posible en un mundo de
conflictos y de corrupciones. Tanto como el comer, necesitamos organizar esta
cruel realidad e iluminar el caos, que muchas veces gobierna nuestras vidas,
con el esfuerzo colectivo. También se necesita más que nunca un entendimiento
común de las reglas que rigen el uso del poder de los Estados. Se producen
demasiados abusos en ocasiones. Pienso, subsiguientemente, que ha de consensuarse
un espíritu conciliador, basado en la honradez y en los derechos humanos. Creo
que todo lo que se precisa ahora es liderazgo para la acción. El mundo espera
ese liderazgo. Uno de esos líderes, concretamente el Papa Francisco, acaba de
ser claro en su discurso, "que toda familia pueda tener una casa".
Ciertamente, resulta muy complicado sacar adelante la familia sin tener un
techo donde cobijarse. Que se lo digan a tantas familias desahuciadas.
Considero, pues, que el pueblo debe pedir encarecidamente que se responda a
estos retos humanos, tan imprescindibles como justos. Dicho queda.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
22 de diciembre de 2013
0 comments:
Post a Comment