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Poder Latino News / Frente a la innegable realidad de los acontecimientos pasados y presentes, un hecho
muy cierto lo es sin ninguna duda que los inmigrantes residentes en cualquiera
de las ciudades norteamericanas prácticamente no desplazan al ciudadano
norteamericano de sus puestos de trabajo, por tanto, esto no constituye en lo
social una realidad negativa con repercusiones económicas internas. Más bien,
la polarización de los diferentes grupos: blancos, negros, e hispanos entre
otros, es un asunto de características
humanas con marcados tintes segregacionistas y discriminatorios por causa de
otros asuntos que, se han derivado por la percepción hereditaria de los blancos
que tienden a establecer diferencias por razones de las razas, orígenes y/o
color de la piel de los demás.
Desde el principio del
proceso inmigratorio como
referente a la realidad en los Estados
Unidos, los blancos han sido los que han construido el proceso de la historia,
y otras razas han tenido que ver muy poco dentro de la dirección de este
proceso de engrandecimiento. Más bien, han servido como los soportes
desconocidos a la sustentación de la estructura de mando como simples soldados,
así como operarios industriales y de servicios en calidad de obreros, peones y
jornaleros y todos a la vez, constituidos en colosales consumidores de la gran
industria que es el negocio americano como proyecto de Nación.
El principio doctrinario de este proyecto de negocio que se
realzó como una poderosa nación, de
acuerdo a como dijera uno de sus
presidentes en el lejano 1925, el nombrado Calvin Coolige. Este señor
presidente de entonces, textualmente, dijo: “The business of America
is business”; es decir, que el crecimiento y la expansión dentro y fuera de sus
fronteras en forma sostenida y orquestada en completo conocimiento, incluyendo
todas las variables de este proceso, descansa sobre esta doctrina. Es obvio que
solamente así y de acuerdo a lo que desprende se logra dominar y controlar los
resortes de la historia. El costo, ha
sido y es lo de menos. Para
los gobernantes de Norteamérica el problema inmigratorio nunca dejará de ser un
problema de difícil solución. Cada cierto tiempo se intentan novedosas
soluciones y se permite la permanencia y la entrada de nuevos inmigrantes
indocumentados, más aun desde México. El
interés es esencialmente económico. La industria agrícola y las que procesan
aves entre otras similares, no podrían existir sin la mano de obra mexicana y
centroamericana esencialmente.
Por su lado, el crecimiento exorbitante del
mercado de bienes raíces es el resultado, en gran proporción, de los tantos inmigrantes comprando
viviendas. El desplome de dicho mercado más que una decadencia económica
generada por la inducción de las pésimas cuando no, ilegales hipotecas
otorgadas en diversas formas por los agentes financieros del
sistema, es una triste realidad de arrastre.
Y todo obedece aun a la espiral absurda y maliciosa que se generó en
‘Wall Street’. Proceso de infortunios
que parte desde la década de los años ochenta (80’s) durante la administración
de Ronald Reagan. A partir de Reagan más
que de ningún otro presidente, se forja desde la casa blanca una economía
‘financista’ amparando la importación en detrimento de la producción interna.
Política que promovió el dinero sin base de sustentación para la producción de
riquezas industrial suficientes. Es
decir, sin sustento en la producción
manufacturera, tecnológica, industrial y
agrícola como le es natural a la
economía de mercado. Los mas perjudicados los fueron en forma directa, la
industria automotriz tradicionalmente fuerte y de probada calidad hasta los
años de la década de los setenta (70’s).
La competencia al
parque industrial de Detroit y desde el Japón exportando los nipones al granel
vehículos utilitarios construidos con alta tecnología y a bajos precios,
ahogaron a la multimillonaria industria automotriz norteamericana. Debe notarse
que los altos costos de producción internos en USA., agregados entre otros
factores a los exorbitantes salarios de los “CEO”, incluyendo a ejecutivos
intermedios, sumándose a la mano de obra
costosa negociada por los sindicatos a gran escala, dispararon los precios
internos de la industria automotriz disminuyendo ostensiblemente la calidad del
producto. Toda ésta maniobra se produce en un intento por abaratar un poco los
precios del automóvil y afines.
La consecuencia fue un producto final de baja calidad. El consumidor
norteamericano prefirió el automóvil y productos de ultramar. Mas aun el ‘made
in Japón’.
La política económica republicana iniciada y seguida
ferozmente en los periodos turbulentos de Ronald Reagan, luego continuada con
los estados de guerra de los Bush (padre e hijo), han creado las condiciones de
recesión económica a gran escala que luce indetenible, y que todavía a la fecha
se mantiene abarcando al resto del
mundo.
Para tener una idea un tanto peregrina, sabemos que hasta la
Navidad del 2007, las guerras en Afganistán e Irak le
costaron al pueblo norteamericano aproximadamente “3 trillones” de
dólares. Estamos finalizando el 2013 y
el gasto militar en desmedro de todos los sectores económicos que producen
empleos, continúa indetenible, y sin
vérseles el final a todo este acontecer guerrerista, ni mucho menos, a sus
monstruosos efectos humanos y económicos dentro y fuera de los Estados Unidos
de Norteamérica.
Es notable que el incremento del
índice general del consumo
interno, entre otras variables, sea una consecuencia de los tantos inmigrantes
demandando bienes y servicios. Los
hispanos inmigrantes y/o naturalizados consumen e invierten más de 320 mil
millones de dólares por año dentro de la economía consumista norteamericana. Por su lado, el servicio de limpieza y otras
actividades comerciales menos nobles e indignas para los blancos (y hasta para
los afros) dentro de USA., es realizado por inmigrantes hispanos por medio a empresas netamente americanas, y
una que otra empresa hispana de menor importancia. La mayoría de estos
servidores son indocumentados.
Pero indudable también lo es que una inmigración hispana
descontrolada y sin base educativa que no sea aquella que le es característica
a sus costumbres tradicionales y rudimentarias, produce recelos entre la
población blanca norteamericana. Por razones naturales, históricas e
instintivas, el latinoamericano proveniente de Centroamérica y Suramérica, los
mexicanos en mayoría y los dominicanos por su lado, estos y todos contándose
entre los asentados boricuas y cubanos, han sido negativamente tipificados como
individuos poco inteligentes, por tanto, limitados e incapaces, y por demás, no
confiables.
Ahora bien: a la altura de los actuales acontecimientos
guerrerista y densamente económicos dentro y alrededor del mundo, y con una
administración interna cuyo jefe, Obama,
es negado e imposibilitado de dirigir su propia agenda de ribetes sociales y humanistas, le está impidiendo a
los mas pobres un desarrollo económico y social adecuado dentro de USA.,
Frente a tantos dilemas y maniobras turbulentas impregnadas
con los intereses políticos de los grupos conservadores, se ha
tornado hasta la fecha un tanto complicada el encontrar una solución definitiva
a una inmigración latinoamericana necesaria como
mano de obra rastrera a la vista del
blanco americano. Una inmigración imposible de detener. Para
que sea menos traumático para todos se impone a la luz de la realidad encontrar
una línea o punto medio aceptable. Descubrir el equilibrio entre las
diferencias culturales y humanas que se reflejan en la variabilidad de
aceptación entre los diferentes grupos, es además, el gran reto interno de
América.
** Pérez, es un escritor dominicano residente en
Philadelphia. Autor del libro el bodeguero y El Proceso Inmigratorio en
América.
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