Estados Unidos de Norteamérica
es una nación poderosa gracias a sus sólidas estructuras tanto políticas,
económicas, tecnológicas y militares, pero a su vez la nación americana descansa sobre una permeada
base social donde los valores familiares están sometidos a prueba
constantemente. En Norteamérica los principios éticos de esos valores carecen
de la calidad moral suficiente como para frenar el enorme deterioro de esa
misma base social, debido al desenfreno consumista observado en determinadas
manifestación humana del norteamericano.
Hollywood, la meca del cine,
es el gran modelo a seguir y se constituye en la fuente de inspiración que
influye sobre el comportamiento del ciudadano común. La influencia de Hollywood
es tal que hasta cierto punto define la conducta autodestructiva con la que se
conduce un alto porcentaje de estadounidenses. La pornografía salida desde allí
como uno de sus productos más significativos, aludiendo sólo a un renglón de esa
enorme y todopoderosa industria, se constituye por sí mismo en un mercado de miles de millones de dólares
anuales, y se mantiene en pujante crecimiento. Súmele a esto la violencia
descomedida y los mensajes demoníacos que de la mano de productores y cineastas desquiciados y que a través del
cine, la televisión y cierto tipo de música underground, nos llegan diariamente
por todas la vías.
El consumo excesivo de alcohol, tabaco y de otras
sustancias y drogas adictivas habidas y por haber consideradas mortalmente
dañinas al cuerpo y la mente humana, igualmente se constituyen en un mercado de
miles de billones de dólares. La demanda
de algunas de estas sustancias y la facilidad de su venta ilegal como tráfico
en las calles de Norteamérica a plena luz del día, es lo que ha facilitado el
descomunal impacto logrado por los colombianos y mexicanos, como los mas
señeros productores a gran escala, y con los dominicanos, afros y puertorriqueños
como los intermediarios callejeros dentro de los barrios y sectores habitados
mayormente por afro-americanos e hispanos de bajos ingresos. Tal como se
observa en Nueva York, Boston y Filadelfia, por sólo citar tres ciudades
conocidas. Aclaramos que nos referimos explícitamente a los ciudadanos e
inmigrantes que se dedican a este negocio del bajo mundo.
Ahora bien: estas permisibles condiciones del
medio les han garantizado la existencia a otras mafias de inmigrantes menos
conocidos quizá por ser menos
ruidosos, integradas por inmigrantes
asiáticos. Y del mismo modo ha sucedido con aquellas gangas constituidas por inmigrantes
provenientes de otras latitudes, como aquellos que llegan desde Europa del Este, antiguamente conocida como la
Orbita Soviética.
Estos
factores al mismo tiempo les han posibilitado a todos los incluidos el completo
aprovechamiento de las ventajas que ofrece la sociedad y las leyes
norteamericanas que vive inmersa en sus cuestionables valores, como para
justificar este enorme e insaciable mercado. Estas alarmantes condiciones que
les permiten tantas facilidades al delincuente de toda laya, incluyendo a
extremistas de orientación fanática con propósitos criminales, ha generado un tinglado de tal magnitud dentro
de las entidades legales, de servicios y de seguridad de los Estados Unidos que
hoy son medidos por centenares los departamentos y las unidades especiales de
asistencia de salud y policiales asignados a la administración y servicios de
los mismos.
Del
mismo modo ésta generalizada condición social ha propiciado el surgimiento de
cientos de organizaciones públicas y comerciales que se alimentan de millonarias donaciones
privadas y del mismo Gobierno Federal, y canalizados estos fondos a través de
los estados de la Unión y patronatos intermediarios de ajustes con sus
beneficios agregados. Por igual han surgido decenas de clínicas de asistencia
“comprensiva” para tratar a desviados mentales por causas de la narcomanía, y otras desviaciones. Y todas
estas entidades de una forma u otra generan
enormes ganancias provenientes del programa Medicaid/Medicare. De
acuerdo a datos oficiales los fraudes a
Medicaid/Medicaire sobrepasan los 600 millones de dólares cada año. Estas dos últimas mencionadas, son
instituciones que manejan billones de dólares que van a parar a las
farmacéuticas, hospitales, clínicas privadas y centros de asistencia mental y
otras del género. Fondos que cubren con preferencia marcada la asistencia y
medicamentos para los desquiciados y
otros adictos.
Los postrados socialmente inservibles, conocidos como rebotadores (bones), así como
otros estropeados del mismo grupo, paradójicamente
se han tornado muy productivos para estos departamentos, clínicas de salud
mental y organizaciones de asistencia pública. Y muy productivos además para miles de oficinas de abogados
especializados en la defensa de criminales del narcotráfico y de otros casos de
convictos por causas conexas y afines. Lo lamentable es que personas realmente necesitada
y de bajos ingresos, se ven limitados a beneficiarse de la seguridad social y
les exigen el cumplimiento de mayores condiciones al momento de aplicar a estos
programas de asistencia humanitaria. Si embargo no es tanto así para los disolutos.
En cuanto a la realidad laboral, solamente en
Filadelfia de acuerdo a lo investigado, aproximadamente el 70% de los
profesionales hispanos han cursado carreras conectadas a asuntos sociales, y
saliendo de las universidades buscan laborar en organizaciones sociales
llamadas “sin fines de lucro”. Los salarios, estipendios y otras comodidades
son tan elevados que cualquier director ejecutivo de estas organizaciones
devenga un salario cercano a los 100 mil dólares, sin incluir otras
prerrogativas.
Al referirnos al gigantesco sistema
administrativo para asistir a los desarraigados sociales, estamos refiriéndonos
en conjunto a oficinas públicas y departamentos especializados como Welfare, entre
otras dependencias sanitarias y policiales, así como a un sinfín de
organizaciones comunitarias que son atendidos por decenas de miles de empleados
que se constituyen en parte esencial del enredo aún más empinado que sirve a la
base de sustentación de la economía y del presupuesto norteamericano. Ya que
esta maraña indefinible como parte del inmenso engranaje genera centenares de
miles de millones de dólares circulando dentro de la economía como uno de los
componentes del producto interno bruto de Norteamérica. Se logra inducir de hecho por estas actividades de
asistencia, un aceleramiento expansivo y circular del consumo masivo que a la vez se mueve vertiginosamente hacia
todas las áreas de la producción de bienes y servicios. Y que por consiguiente,
produce a su vez cientos de miles
puestos de trabajo y por tal razón, todo finaliza con miles
de billones de dólares como pagos de impuestos (taxes) a los estados
y ciudades dentro del sistema federal. El círculo más que vicioso, es
financista. El sistema bancario y Wall Street son los mayores beneficiarios.
Observando el fenómeno del consumo
de narcóticos dentro de un panorama amplio y de acuerdo a estudios
particulares, las estadísticas son abrumadoras en los diferentes grupos
étnicos. En Norteamérica los consumidores de drogas ilegales y sus emanaciones
tales como: cocaína, heroína, crack, marihuana y otras de la misma condición,
se califican como sigue: Blancos = 75%. Afros
= 20%. Hispanos y otros = 5%. Estas cifras de ser ciertas resultan
ampliamente ilustrativas. Estos números
con relación al consumo así como al tráfico de drogas narcóticas, la
pornografía y otras desviaciones comercializadas, se han constituido en partes
funcionales del régimen biológico de un enorme “Coloso” que igualmente se
sostiene insuflándose veneno.
El narcotráfico unido a la delincuencia
en su completa gama agregado a la
degeneración de los valores humanos en todas sus formas como ya es claro entender,
se constituyen en los hechos cotidianos en una pieza vital y por tanto muy
necesaria para el movimiento diario de
la economía y las finanzas de América. Es decir que un
preponderante estilo de vida de elevado dispendio, unido al tráfico y consumo
de drogas narcóticas propias del gusto y desenfreno de muchos norteamericanos,
forma parte del organismo vascular del corazón económico y del poder político
de esta inmensa nación. Los eructos y las indigestiones de este hartazgo de una
forma u otra se han instaurado como un padecimiento que limita el
desenvolvimiento y la efectividad moral y familiar de una sociedad que depende
para la marcha efectiva de sus finanzas, de todo aquello que le resulte
necesario.
Pero como la globalización en bloques y zonas de interés
político y económicos es una realidad incuestionable, en su gran mayoría las
naciones europeas, latinoamericanas y del Caribe, igualmente están circulando
muy agitados dentro de lo mismos vicios.
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Pedro Julio Pérez
Escritor dominicano residente en
Filadelfia, PA
Autor de: “El Bodeguero y el
Proceso Inmigratorio en América”
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