Sunday, August 4, 2013

“EL Círculo del Vicio”

Estados Unidos de Norteamérica es una nación poderosa gracias a sus sólidas estructuras tanto políticas, económicas, tecnológicas y militares, pero a su vez la  nación americana descansa sobre una permeada base social donde los valores familiares están sometidos a prueba constantemente. En Norteamérica los principios éticos de esos valores carecen de la calidad moral suficiente como para frenar el enorme deterioro de esa misma base social, debido al desenfreno consumista observado en determinadas manifestación humana del norteamericano.



Hollywood, la meca del cine, es el gran modelo a seguir y se constituye en la fuente de inspiración que influye sobre el comportamiento del ciudadano común. La influencia de Hollywood es tal que hasta cierto punto define la conducta autodestructiva con la que se conduce un alto porcentaje de estadounidenses. La pornografía salida desde allí como uno de sus productos más significativos, aludiendo sólo a un renglón de esa enorme y todopoderosa industria, se constituye por sí mismo en  un mercado de miles de millones de dólares anuales, y se mantiene en pujante crecimiento. Súmele a esto la violencia descomedida y los mensajes demoníacos que de la mano de productores  y cineastas desquiciados y que a través del cine, la televisión y cierto tipo de música underground, nos llegan diariamente por todas la vías.

El consumo excesivo de alcohol, tabaco y de otras sustancias y drogas adictivas habidas y por haber consideradas mortalmente dañinas al cuerpo y la mente humana, igualmente se constituyen en un mercado de miles de billones de dólares.  La demanda de algunas de estas sustancias y la facilidad de su venta ilegal como tráfico en las calles de Norteamérica a plena luz del día, es lo que ha facilitado el descomunal impacto logrado por los colombianos y mexicanos, como los mas señeros productores a gran escala, y con los dominicanos, afros y puertorriqueños como los intermediarios callejeros dentro de los barrios y sectores habitados mayormente por afro-americanos e hispanos de bajos ingresos. Tal como se observa en Nueva York, Boston y Filadelfia, por sólo citar tres ciudades conocidas. Aclaramos que nos referimos explícitamente a los ciudadanos e inmigrantes que se dedican a este negocio del bajo mundo.

Ahora bien: estas permisibles condiciones del medio les han garantizado la existencia a otras mafias de inmigrantes menos conocidos  quizá por ser menos ruidosos,  integradas por inmigrantes asiáticos. Y del mismo modo ha sucedido con aquellas gangas constituidas por inmigrantes provenientes de otras latitudes, como aquellos que llegan desde  Europa del Este, antiguamente conocida como la Orbita Soviética.

 Estos factores al mismo tiempo les han posibilitado a todos los incluidos el completo aprovechamiento de las ventajas que ofrece la sociedad y las leyes norteamericanas que vive inmersa en sus cuestionables valores, como para justificar este enorme e insaciable mercado. Estas alarmantes condiciones que les permiten tantas facilidades al delincuente de toda laya, incluyendo a extremistas de orientación fanática con propósitos criminales,  ha generado un tinglado de tal magnitud dentro de las entidades legales, de servicios y de seguridad de los Estados Unidos que hoy son medidos por centenares los departamentos y las unidades especiales de asistencia de salud y policiales asignados a la administración y servicios de los mismos.

 Del mismo modo ésta generalizada condición social ha propiciado el surgimiento de cientos de organizaciones públicas y comerciales  que se alimentan de millonarias donaciones privadas y del mismo Gobierno Federal, y canalizados estos fondos a través de los estados de la Unión y patronatos intermediarios de ajustes con sus beneficios agregados. Por igual han surgido decenas de clínicas de asistencia “comprensiva” para tratar a desviados mentales por causas de la  narcomanía, y otras desviaciones. Y todas estas entidades de una forma u otra generan  enormes ganancias provenientes del programa Medicaid/Medicare. De acuerdo  a datos oficiales los fraudes a Medicaid/Medicaire sobrepasan los 600 millones de dólares cada año.  Estas dos últimas mencionadas, son instituciones que manejan billones de dólares que van a parar a las farmacéuticas, hospitales, clínicas privadas y centros de asistencia mental y otras del género. Fondos que cubren con preferencia marcada la asistencia y medicamentos para los desquiciados  y otros adictos.


Los postrados  socialmente inservibles,  conocidos como rebotadores (bones), así como otros estropeados del mismo grupo,  paradójicamente se han tornado muy productivos para estos departamentos, clínicas de salud mental y organizaciones de asistencia pública. Y muy productivos  además para miles de oficinas de abogados especializados en la defensa de criminales del narcotráfico y de otros casos de convictos por causas conexas y afines.  Lo lamentable es que personas realmente necesitada y de bajos ingresos, se ven limitados a beneficiarse de la seguridad social y les exigen el cumplimiento de mayores condiciones al momento de aplicar a estos programas de asistencia humanitaria. Si embargo no es tanto así para los disolutos.

En cuanto a la realidad laboral, solamente en Filadelfia de acuerdo a lo investigado, aproximadamente el 70% de los profesionales hispanos han cursado carreras conectadas a asuntos sociales, y saliendo de las universidades buscan laborar en organizaciones sociales llamadas “sin fines de lucro”. Los salarios, estipendios y otras comodidades son tan elevados que cualquier director ejecutivo de estas organizaciones devenga un salario cercano a los 100 mil dólares, sin incluir otras prerrogativas.

Al referirnos al gigantesco sistema administrativo para asistir a los desarraigados sociales, estamos refiriéndonos en conjunto a oficinas públicas y departamentos especializados como Welfare, entre otras dependencias sanitarias y policiales, así como a un sinfín de organizaciones comunitarias que son atendidos por decenas de miles de empleados que se constituyen en parte esencial del enredo aún más empinado que sirve a la base de sustentación de la economía y del presupuesto norteamericano. Ya que esta maraña indefinible como parte del inmenso engranaje genera centenares de miles de millones de dólares circulando dentro de la economía como uno de los componentes del producto interno bruto de Norteamérica. Se logra  inducir de hecho por estas actividades de asistencia, un aceleramiento expansivo y circular del consumo masivo  que a la vez se mueve vertiginosamente hacia todas las áreas de la producción de bienes y servicios. Y que por consiguiente, produce a su vez cientos de miles  puestos de trabajo y por tal razón, todo finaliza con  miles de billones de dólares como pagos de impuestos (taxes) a los estados y ciudades dentro del sistema federal. El círculo más que vicioso, es financista. El sistema bancario y Wall Street son los mayores beneficiarios.


Observando el fenómeno del consumo de narcóticos dentro de un panorama amplio y de acuerdo a estudios particulares, las estadísticas son abrumadoras en los diferentes grupos étnicos. En Norteamérica los consumidores de drogas ilegales y sus emanaciones tales como: cocaína, heroína, crack, marihuana y otras de la misma condición, se califican como sigue: Blancos = 75%.  Afros = 20%.  Hispanos y otros = 5%.  Estas cifras de ser ciertas resultan ampliamente ilustrativas.  Estos números con relación al consumo así como al tráfico de drogas narcóticas, la pornografía y otras desviaciones comercializadas, se han constituido en partes funcionales del régimen biológico de un enorme “Coloso” que igualmente se sostiene insuflándose veneno.

El narcotráfico unido a la delincuencia en  su completa gama agregado a la degeneración de los valores humanos en todas sus formas como ya es claro entender, se constituyen en los hechos cotidianos en una pieza vital y por tanto muy necesaria  para el movimiento diario de la economía y las finanzas de América. Es decir que un preponderante estilo de vida de elevado dispendio, unido al tráfico y consumo de drogas narcóticas propias del gusto y desenfreno de muchos norteamericanos, forma parte del organismo vascular del corazón económico y del poder político de esta inmensa nación. Los eructos y las indigestiones de este hartazgo de una forma u otra se han instaurado como un padecimiento que limita el desenvolvimiento y la efectividad moral y familiar de una sociedad que depende para la marcha efectiva de sus finanzas, de todo aquello que le resulte necesario.

Pero como la  globalización en bloques y zonas de interés político y económicos es una realidad incuestionable, en su gran mayoría las naciones europeas, latinoamericanas y del Caribe, igualmente están circulando muy agitados dentro de lo mismos vicios.

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Pedro Julio Pérez
Escritor dominicano residente en Filadelfia, PA

Autor de: “El Bodeguero y el Proceso Inmigratorio en América”

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