Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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La
especie humana anda frecuentemente cegada por el egoísmo, por los propios
intereses de cada uno, cuestión que impide ver y reflexionar sobre tantas
situaciones injustas de desigualdad de género, que lejos de decrecer, siguen
aumentando. Las estadísticas nos dicen que hasta en los países ricos están
apareciendo nuevos sectores empobrecidos, que antes no lo eran, y cuyo
protagonismo lo alcanzan las mujeres y los niños. Tener un trabajo ya no es
sinónimo de salir de la pobreza, lamentablemente la falta de respeto a los
derechos de los trabajadores provocan situaciones verdaderamente
deshumanizadoras, y la mujer continua siendo la gran víctima. El bochornoso
ejemplo de algunas empresas españolas que retrasan la creación de empleo a 2015
pese a ganar más, aparte de aminorar los salarios a su antojo, habría que ver
la perspectiva de género que utilizan en
favor de la igualdad de oportunidades, sobre todo con las personas más débiles.
El
mundo debería tomar como referente las mujeres en Bangladesh, que han
progresado como jamás durante las últimas décadas, colocando a este país del
Asia Meridional a la vanguardia entre los países menos desarrollados en materia
de igualdad de género. La sociedad se está apartando de la idea tradicional
que sostiene que las mujeres son una carga económica y que los hijos varones
son más deseables que las mujeres. Estudios muestran que la creciente
independencia de las mujeres es una de las principales causas de la disminución
del fenómeno de la “desaparición de las mujeres" (el infanticidio por motivos
de género) en Bangladesh.
En
cualquier caso, cuesta entender que, en una sociedad del conocimiento, se
permitan estas atrocidades, pero ahí están. Mientras la riqueza mundial crece
en términos absolutos, aumentan igualmente las desigualdades, y la mujer sigue
siendo la gran sacrificada, para castigo de todo el planeta. Precisamente, los
indicadores nos confirman que cuando existe una mayor igualdad entre ambos
géneros las economías tienden a crecer más de prisa, los pobres salen antes de
la situación de necesidad y el bienestar se globaliza para todos mucho antes.
Por
desdicha, la mujer prosigue ausente en los circuitos de reforma, en planes
mundiales de empleo, en temas que le vinculan como puede ser la mutilación
genital femenina practicada casi siempre en menores, y que viola los derechos a
la salud, la seguridad e integridad física, en cuestiones educativas y de
formación. Al respecto, es una buena noticia que actualmente UNICEF trabaje en
este sentido en veintidós países, y desde 2008 también colabore en el programa
conjunto UNICEF- FNUAP "la mutilación y la ablación genital femenina:
Acelerando el cambio" en quince países en el Oeste, Este y Norte de
África.
Por
otra parte, asimismo y contrariamente a lo que se vocifera, las mujeres están mucho
menos representadas de lo que les corresponde, por lo que resulta bastante
difícil poder avanzar hacia la plena igualdad de género. Sin duda, las mujeres
están en clara desventaja por esa falta de participación social, tanto en
sectores económicos como políticos. Muchas veces su trabajo carece de
remuneración y reconocimiento. Otras veces su papel de madre la coloca en
inferioridad en el sistema productivo con respecto al hombre. Quizás demasiadas
muchas veces, son las grandes víctimas de la violencia machista, un problema
que persiste en todo el mundo y que requiere voluntad política y medidas
rigurosas y constantes para su erradicación.
Evidentemente,
la humanidad no debiera descansar hasta conseguir tolerancia cero en la
desigualdad de género. No puede haber barreras entre unos y otros. Tenemos que
propiciar la unidad entre los seres humanos más allá de toda división. Todo
debe articularse e institucionalizarse éticamente. Ciertamente, no se pueden
seguir escondiendo las estructuras injustas, sino que hay que exigir un examen
y una autocrítica de las mismas, para que la transformación se produzca. Es
injusto que las poblaciones vulnerables se les apoye menos, sigan teniendo
niveles menores de educación y carezcan de formación para competir en el mercado
laboral. A propósito, diversas agencias de Naciones Unidas, advertían al mundo
recientemente sobre la imperiosa necesidad de generar políticas que permitan a
las mujeres rurales acceder a empleos dignos, pues su participación en el
mercado laboral ayuda a reducir el hambre, a mejorar la producción agrícola,
contribuyendo al crecimiento del bienestar que todos merecemos. Si el aporte de
la mujer a la economía campesina es poco reconocido, además de que este sector
tiene limitado acceso a la propiedad de la tierra, lo mismo sucede con otros
sectores industriales o de servicios. La diferencia salarial en ocasiones
resulta verdaderamente escandalosa. Además, junto a todos estos despropósitos,
según un estudio reciente de la OIT, la tasa de participación femenina en el
mercado laboral está obstaculizada por una serie de factores complejos, sobre
todo socioculturales. Naturalmente, la lucha por la igualdad ha de ser una
batalla diaria, puesto que se trata de crear conciencia de que no exista
discriminación alguna.
Diré
que soy de los que piensan que en el mundo occidental lo que cohabita es un
espejismo de igualdad, que nada tiene que ver con la auténtica igualdad de
género. No digamos ya de otros espacios en los que la mujer no pasa de ser un
objeto más de comercio sexual y de esclavitud, o son obligadas a casarse cuando
aún son niñas. Ahí está el embarazo de muchas adolescentes que son consecuencia
de factores como la pobreza y la aceptación social del matrimonio infantil. Sin
embargo, a través de una conciencia de salud reproductiva y respeto de los
derechos humanos, puede lograrse que cada embarazo sea deseado. Más datos y más
penurias. Hasta el setenta por ciento de las mujeres de todo el mundo aseguran
haber sufrido una experiencia física o sexual violenta en algún momento de su
vida. En muchos países la violencia doméstica tampoco se considera delito. Ante
estas inaceptables estadísticas, divulgadas por Naciones Unidas, lógicamente tenemos
que actuar, y hemos de hacerlo todos unidos, para que esta perspectiva de
género, que ha adquirido liderazgo internacional en los últimos años, avance en
concreción y trace renovadas metas. Desde luego, sin un compromiso institucional explicito todo
quedará en un mero principio sin más, y no habrá desarrollo de buenas prácticas.
A
mi juicio, deben arbitrarse modos y maneras, librarse medios y recompensar los
esfuerzos para que la igualdad de género sea torne presencia. Huyamos de los
ensueños e impliquémonos en el contexto actual. Nadie me negará que el abuso
más generalizado de los derechos humanos en el mundo presente, radica en la
violencia contra las mujeres y las niñas, una discriminación basada en el
género que está ahí, en todos los países, convirtiendo la vida en un calvario
para muchas personas. Obviamente, mujeres y hombres necesitan la igualdad de
oportunidades, recursos y responsabilidades, e indudablemente, también precisan
aprender a convivir con el reparto equitativo de las responsabilidades
familiares, algo esencial para que mejoren la vida de las mujeres. Desgraciadamente,
hoy por hoy la negación de los derechos a la mujer es el factor de desigualdad
más extendido en todo el planeta, cuestión que se agrava en países en conflicto
o en ámbitos de pobreza. No tiene sentido, pues, esa privación de humanidad; ya
que mujeres y hombres somos personas, y como tales, todo el mundo es familia. Lo
que produce una enorme tristeza pensar que seamos lobos con nuestras misma
especie.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
2 de febrero de 2014.-
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